¿Vender? Eso ha cambiado un chingo desde los tiempos en que "digital" era solo cómo querías tu reloj. Los que vendíamos antes de que Internet se comiera al mundo, sabemos lo que realmente costaba cerrar una venta. Era el arte de marcar números hasta que los dedos dolían, de cruzar la ciudad bajo el sol o la lluvia para esa cita que, con suerte, no terminaba en plantón. Y si nos dejaban plantados, pues a seguirle, no había de otra.
Ahora, veo a esta nueva generación de "vendedores", con Messenger y WhatsApp, quejándose porque "Ay, es que no me llegan mensajes...". Tienen un tesoro en sus manos y ni cuenta se dan. Antes, soñábamos con poder dejar un mensaje instantáneo que llegara al otro lado del mundo en segundos. Ellos lo tienen... y les da flojera usarlo. Envían un PDF y ya, misión cumplida. Pero, ¿dónde quedó el arte de vender? ¿El convencer, el dialogar, el entender al cliente?
No me malinterpreten, no estoy aquí para juzgar. Es más, entiendo que la evolución es parte de la vida. Lo que me ultra caga es esa pérdida del sentido de urgencia por vender, esa esencia de las ventas que no debería desaparecer solo porque ahora confundimos VENDER con CACHAR PEDIDOS.
Creo firmemente que los vendedores de la era digital pueden aprender un par de cosas de nosotros, los "de la vieja escuela". Por ejemplo, la perseverancia. Antes, si no cerrabas una venta, no era el fin. Era solo el inicio. Revisabas qué falló, ajustabas tu pitch y volvías a darle. Y eso de construir relaciones, de realmente conocer a tu cliente, no porque lo stalkeaste en LinkedIn, sino porque hablaste con él, le escuchaste.
Pero esto no es solo una calle de sentido único. Nosotros también tenemos mucho que aprender de esta nueva generación. La velocidad, la agilidad para adaptarse a nuevas herramientas, la capacidad de manejar múltiples plataformas al mismo tiempo... Son habilidades valiosísimas en el mundo de hoy.
Lo que quiero decir es esto: vender siempre ha sido y siempre será sobre conectar con las personas. Ya sea a través de un teléfono de disco o un mensaje de WhatsApp, lo importante es la energía que logras encender en esa conversación. Esa magia que dice "te entiendo, sé lo que necesitas y puedo ayudarte a conseguirlo".
Así que, ¿por qué no tomamos lo mejor de ambos mundos? La tenacidad y el toque humano de antes, con la velocidad y eficiencia de ahora. Imaginen la fuerza que tendríamos si combinamos estas cualidades. Yo los llamo SalesCracks.
A los vendedores digitales les diría: no subestimen el poder de una buena conversación. Y a los de antaño como yo: sal de la negación a las herramientas digitales, quiítate la hueva a aprender y entendamos al 100% cómo usar Whatsapp Business. Al final del día, todos queremos lo mismo: cerrar esa venta, satisfacer a ese cliente, y claro, superar a la competencia.
Y recuerden, ya sea en digital o en persona, vender es un arte. Un arte que requiere de conectar, conversar y, por último, comercializar productos y servicios.
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